martes, 12 de abril de 2011

Lo llaman tráfico


La mañana de hoy invitaba a dar un paseo por las calles, aprovechar  estos momentos de “crisis” y paro laboral para evadir un poco la mente y de paso recoger material para escribir algunas líneas en este blog lleno de borrones. 

No vivo en Madrid capital aunque a veces lo parece, el culpable es el tráfico, demasiados corceles metálicos por los vasos capitales del pueblo. De camino a la biblioteca municipal tuve casi que pedir permiso para cruzar por el paso de cebra, en ocasiones ó te lanzas al asfalto ó puedes esperar un buen rato a poder cruzar. Un gran número de conductores no tiene nada de respeto ni a la carretera ni a los peatones, así, en otra calle, casi me atropella un susodicho con el móvil pegado a la oreja, y ya no digamos cuando uno se pone las zapatillas de atletismo y decide trotar por la calle hasta que llega al monte, siempre me paro en los pasos y cuando veo que dejan pasar, salgo, lo más gracioso es ver sus acelerones para pasar ellos primero, realmente lamentable.

Evidentemente hay conductores modelo, y muchos, a la par que malos peatones que se saltan a la torera semáforos y pasos de cebra. Algo que ocurre también  en el ciclismo, algunos de los que se ponen sobre la bici no respetan las normas de seguridad en la carretera, otros sí y acaban siendo igualmente arrollados, obviamente hay de todo y para gustos variopintos, no obstante, hoy quería ir más allá de los comportamientos en la circulación.

Esta mañana reflexioné sobre el ingente número de vehículos que pueblan las calles, recordé los amaneceres camino a Madrid, cuyas arterias principales de entrada se hallaban colapsadas por infinidad de coches, vomitando humo, rugiendo, histeria colectiva al ritmo de cláxones ahogados. Seguí en mis meditaciones, recordé que en todo supermercado te dicen si tienes ticket de parking, ¿Quién puede ir en coche a comprar en un supermercado de pueblo/ barrio? ¿ En qué nos hemos convertido?. A su vez seguí recordando esos polígonos industriales a las afueras, grandes establecimientos que ni siquiera tienen pasos de peatones, sólo plazas para aparcar. Demasiada comodidad atisbo en nuestra sociedad, ¿cómo es posible ir a por el pan en coche?

En esta sociedad se da por supuesto que todo individuo ha de poseer un vehículo. Yo considero que en ocasiones un coche es muy útil, depende de muchos factores, una urgencia, llevar a un familiar al hospital, desplazarte al lugar de trabajo el cual se encuentra a una gran distancia de la residencia familiar. Sin embargo, también pienso que en el doble de ocasiones es inútil e innecesario. Muchas voces creen que da libertad de movimiento y seguro que no les falta razón en cierta medida- viajes rápidos a puntos medianamente cercanos de la geografía nacional- . Pero por otro lado están las facturas, los arreglos y talleres, ¿cuánto dinero se pierde por el tubo de escape? 

En estas reflexiones me encontraba yo cuando regresaba de la biblioteca, temeroso de que el próximo presidente del gobierno tuviera cuatro ruedas ( tampoco se iba a notar mucho la diferencia con el actual), finalizando con la solución de que nuestros políticos fomentasen y mejorasen el transporte público- otro material para un próximo artículo-  cuando de pronto, la nube negra se disipó de mi mente, una melodía en clave de violín comenzó a emanar por una ventana de una callejuela y pensé que al menos había merecido la pena dar un paseo, mientras que en mis oídos se desvanecían los rugidos de motores y cláxones a favor de escalas cromáticas acompañadas por el cantar de los pájaros.

1 comentario:

  1. Creo que los coches son la gran plaga de los siglos XX-XXI. Vayas donde vayas, ahí están, dispuestos a echarte su mejor humo, a taponarte los oidos de los sonidos de la Naturaleza, a cegarte con sus faros ultrarreflectantes...

    ¡Ay! Vivimos en una sociedad en donde prima el materialismo y la individualidad. Qué lástima de ser humano...

    ResponderEliminar