martes, 26 de enero de 2010

Generación Bastarda

Ocurre en el ser humano una anomalía o virtud de un carácter muy peculiar, esta no es otra que el “cotilleo”. Esto es algo muy común en cualquier vecindario, en el ámbito familiar y otros sectores de la vida. Podríamos decir que el cotilleo es el hijo bastardo de la curiosidad.


En los tiempos que corren hemos visto bajo el orbe televisivo una serie de personajes que se han lucrado gracias a la venta de su supuesta vida e imagen. Habría que combinar dos factores que se aúnan por naturaleza, los programas tipo “Gran hermano”(1) y las tertulias(2) de ciertos individuos que ocupan gran parte de su programación en comentar lo que sucede en el programa (1).


Es demoledor que en este país ciertos personajes de culto por miles de personas sean nefastos presentadores televisivos y verduleras que sólo saben cacarear frente a las cámaras, sin lugar a dudas el conocimiento humano, su sapiencia, se ve reducida a una espiral dantesca y desvirtuada alejada de todo foco de sabiduría, siendo elevado al máximo exponente la inutilidad “chabacana” y “casposa” que durante siglos ha empapado la historia de España.


Podría hablar de Fama y su doble vertiente, ese juego pinza que utiliza con un falso caparazón para atraer a las masas, y al final no es otra cosa que un “Gran Hermano” en cubierto, sin embargo, me ha llamado la atención algo que ignoraba hasta el fin de semana pasado anterior, cuando me hablaron de ello, la generación “ni-ni” un programa televisivo que consiste en meter en un mismo lugar a jóvenes garrulos que supuestamente reflejan, esa generación denominada por los cuatro pedagogos y analistas de garrafón que ni estudia ni trabaja, lo peor es la cantidad de dinero que les habrán pagado a estos lúcidos por su gran inspiración y por vendértelo como un estudio psicológico.


Podría seguir acuchillando con mi Vizcaína a lo que impera en la pequeña pantalla, pero creo que la idea ha quedado bastante clara, ya se sabe que el politeísmo campa con total libertad en la sociedad española, y los tontos del señor son innumerables.


Otro día hablaré de las presentadoras que sólo aportan carne al gran espectador, algo que viene muy bien con la crisis.


Buenas noches.

miércoles, 13 de enero de 2010

Lenguas muertas, lenguas vivas


Res Gestae (Augusto)

Una persona ajena a ciertos ámbitos puede pensar que el estudio de las lenguas denominadas “muertas” es algo inútil e insustancial, que lo que hay que aprender en el día de hoy no es otra cosa que el inglés y poco más. Evidentemente, las lenguas del ayer tienen una importancia vital pues gracias a ellas, a su comprensión y estudio se han podido hilvanar pedazos de historia junto a otros factores.

Algo que permanece claro, es que el aprendizaje de dichas materias viene dada normalmente por especialistas en campos muy concretos, ya sea con el latín, el griego, el egipcio o el acadio (por citar una rama muy conocida). Con certeza se puede afirmar que el egipcio mediante el estudio de jeroglíficos tiene algo más de llamamiento en la sociedad, en parte, dado por la egiptomanía dada durante el Siglo XIX.


Sin ir más lejos, centrándonos en el propio latín, lengua madre de la cultura europea y del que derivan todo un abanico de ramas secundarias utilizadas en la actualidad, tenemos un amplio cuerpo de leyes (lo conocido como derecho romano), pilares básicos de nuestros códigos y leyes. Otro afluente, todos los autores clásicos que tanto en latín y griego han llegado a nosotros y así podríamos contar infinidad de tantos otros ejemplos.


En ocasiones me da por pensar que la gente piensa que toda esa cultura viene de manera espontánea, sin embargo, hay muchos especialistas que trabajan por una traducción acorde, una labor que se puede trazar ardua y complicada en más de una ocasión, un simple matiz es capaz de cambiar el curso de la historia.


El mundo de la filología es apasionante y clave, pero uno más dentro de la fabricación histórica. Hoy, tras tanto tiempo sin actualizar debido a asuntos académicos, quería dejar claro que no hay lenguas muertas, salvo las que callan ante el día a día que vivimos.


Fragmento del libro de la salida a la luz del día (conocido como libros de los muertos)