martes, 23 de octubre de 2012

Palabras des- sentidas

Hoy escribo para pasar el rato, sin más lucro que el ánimo que me ampara entre las paredes de estanterías empolvadas por el tiempo taciturno que se plantea nocturno. Serán los versos de Machado que yacen reposados sobre una botella medio vacía, tal vez aquellos besos que me negaste en el capítulo cuatro de un libro inacabado. Lo cierto es que la certeza es la mayor falacia de una verdad disidente, una emigrante de frontera con todas y ninguna bandera. Si pasamos las páginas el asunto se vuelve tenso, la transición de latidos es un punto muerto que no suspende los labios yertos de mármol muerto. Redundo en lo andante, lo sé y no es más que un escribir para pasar el rato, por tanto la premura no reseña y esta gorja más bien seca, se contenta con un licor de hierba llamado té. Entre estas le doy a la pluma que ya es tecla, pues la Historia avanza, ya sea en deceso o suceso, sin ser excluyente, más bien constituyentes, algo que la moda rezuma en vísperas de que la tuerca gire. Puntos y seguidos, comas reforzadas, la demencia es un grado, la inconsciencia una enfermedad, ojalá hubiera más dementes en este mundo tan poblado de inconscientes colectivos, veredas colapsadas, necedad brava y ojeras trastocadas. 

Un párrafo más y doy fin a esta partida de ajedrez frente al espejo de un alma soñadora, algo muy del común de la mortalidad del vivo, del acróbata en derribo. Sólo escribo para pasar el rato, no lean estos garabatos, la mediocridad a la altura del zapato, anclada en hipérboles de sesgo barato. Terapia homicida la del pensamiento sobre el papel, igual que el duelista extremista que prefiere ser su propio asesino antes que  verse suicidado por el de enfrente en la sociedad de los honores de hojalata, de esa España que se masturba por eso de ser rancia, odios y exterminios, mierda para el vecino. Egos consentidos, victimismos en llanto, orgullo del egoísmo, sacar pecho ante el desastre de la estupidez humana. Hoy no cuento nada y redacto todo, pero no es paja todo lo que ven, el análisis de un Don Nadie puede ser, a veces, la estadística más discreta para otear un horizonte adusto. Palabras des- sentidas cortas de guión, largas de reflexión.