martes, 13 de marzo de 2012

Escribir sobre el tablero


Escribo desde el tenue silencio que brota de una pluma que aún está por partir a los mundos olvidados, donde la imaginación reina sobre esferas celestes dibujadas por poetas pasados, ocultos entre páginas de pétalos negros, custodios de la memoria que envuelve nuestros tiempos pretéritos. Cansado y algo reflexivo, con el cerebro pausado y la sonrisa esquiva, me detengo, contemplo más allá de mi ventana y sin quererlo me dejo llevar por la embriagadora melodía que desprende la vieja radio de mi habitación.

El reloj ralentiza sus latidos, el compás se vuelve taciturno y las palabras desembocan sobre el papel a lentas bocanadas, sin celeridad pero con el suficiente balanceo que el constante tintineo de la punta despuntada no caiga en el tedio. Así hilvano aquello que creo, sin miedo al fracaso, pues todo aquello que florece a mí alrededor no busca otra cosa que la complacencia del propio autor, del individuo que aquí se halla entre libros de toda índole.

Se abre una nueva etapa, los proyectos ya están sobre el tablero, ahora sólo falta realizarlos, mover las piezas.

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