domingo, 9 de febrero de 2014

España, la cultura en trincheras.

Hoy se torna un buen momento para reflexionar, en esta  tarde de domingo lluviosa, bajo el tintineo continuo de las frías gotas de agua que mueren en mi ventana. Querría ir más allá de la ausencia del ministro Wert en la gala de los premios Goya, pues esto es superficial en cierta medida. 

No se trata tanto de subvencionar sino de fomentar interés y espacios en los que se pueda desarrollar cualquier acto cultural. Es evidente que el Estado no quiere que se desarrolle, por ello, nos maltrata con impuestos y con la contra-cultura; esa bazofia que llena las grandes casas discográficas, las galerías de arte, la radio y televisión. El ministro no es idiota, él se basa en unos intereses de partido, en aras de una sociedad más opaca y sin capacidad de análisis. Todo ello no es nuevo y viene de tiempo atrás. 

Dentro de los planes de estudio un aspecto muy manido tiene que ver con las "salidas" profesionales, aspecto que va más allá, creando estadios nivelados dependiendo de una u otra vertiente. Recuerdo que incluso profesores de instituto despreciaban las inclinaciones por las Humanidades tachándolos de estudios para "tontos", en cambio, las carreras científico-técnicas eran sólo para inteligencias supremas. Tal dualidad estaba presente en la sociedad, en todas las familias. No somos estúpidos y sabemos perfectamente que ello obedece simplemente a un contexto de mercado. La realidad debería ser bien distinta pues las materias deben converger y colaborar entre las mismas. 

Realmente es un proceso que se está dando en toda Europa, pero ya sabemos que en España se acentúa. El foco de la Razón y las luces comenzó a desvanecerse tras las guerras mundiales y el disfraz de la socialdemocracia.Una tela que acabó por romperse dando paso al capitalismo exacerbado en el que las personas no somos nada más que mercancía. Cuando la cultura cae, el resto de los pilares también se desmoronan al no tener mecanismos de defensa y, hasta que no recibimos el impacto brutal en nuestro rostro no despertamos, pero el daño ya está hecho.  

La arquitectura del pensamiento es vital para construir una sociedad cualitativa y para ello debemos renacer y recuperar la luz. Aunque es una tarea compleja y los poderes fácticos nos intentarán  poner mil trabas, no podemos desistir  y debemos recuperar los espacios sociales para desarrollar cualquier actividad cultural en pos de adquirir un pensamiento crítico. No queremos ser autómatas con ojeras y ver la cultura simplemente como un objeto de ocio, necesitamos adentrarnos y sacar las esencias de la misma.   

Imagen extraída de http://www.madrimasd.org/cienciaysociedad/patrimonio/personajes/biografia.asp?id=14

martes, 4 de febrero de 2014

Un programa de radio llamado "El Café de la lluvia".

De vez en cuando regreso a este espacio de reflexión interna. En esta ocasión la razón de mis palabras va ligada a una decisión que tomé hace dos años y unos meses: hacer radio. Aquello fue una salida, una válvula de escape, incluso, un refugio en los tiempos de traje y corbata, del dinero a espuertas. 

Apasionado por el mundo de la cultura tuve claro el contenido del espacio radiofónico desde el primer día. Con el paso de las ediciones la voz quebrada comenzó a coger firmeza y, las ideas que afloraban sin cesar se amoldaron a una estructura.  Hace un par de semanas celebramos el programa 100, acudieron al mismo buenos amigos que me han acompañado a lo lago de este tiempo en dicho viaje. Una situación entrañable, muy emotivo mirarse frente al espejo.

El Café de la lluvia ha sido y es terapia, un rincón de cultura, pensamiento crítico y reflexión. A lo largo de este tiempo no he dejado de aprender, cada nueva edición suponía un manantial de conocimiento. Le debo tanto que no puedo decir que no a los acontecimientos que van a desarrollarse en las siguientes semanas. Sólo darle las gracias, así como a todos aquellos que hacen esto posible, los oyentes. 

Espero seguir muchos años en la mecha radiofónica. No obstante, ahora se cierra un ciclo y se abre una nueva etapa. 

Y alcé la voz quebrada en una noche de media luna, sin mirar hacia atrás, sobre la cabeza de aguja de una vieja montaña. Dibujemos sueños con un lápiz de realidad.