lunes, 27 de septiembre de 2010

La pantomima del periodismo deportivo.


El otro día, escuchando un programa deportivo en  una emisora de radio de primer orden en el panorama nacional, una periodista dijo que tal entrenador de fútbol le caía muy bien debido a sus declaraciones, pues daban mucho “jugo” al mundo periodístico. El tipo de comentarios del técnico no eran sobre asuntos puramente futbolísticos, más bien los generaba para crear polémica, algo con lo que la periodista gozaba con gran entusiasmo, pero que poco aportan realmente al fútbol y al deporte como tal.

Sería injusto meter a todos los periodistas deportivos en un mismo saco, pero una gran parte de ellos, sobre todo los que se ocupan del fútbol, realizan de forma nefasta su trabajo. Prensa y televisión se llevan la palma mientras que  la radio parece mantener a pesar del encabezado de mi entrada, ese espíritu que se perdió en las facultades hace años. 

Las secciones de deportes de algunos canales televisivos en hora de telenoticias suelen durar casi media hora, y su contenido es muy vacío. Entrevistas irrelevantes a pie de calle, buscando siempre el “morbo”, poniendo en muchas ocasiones el dedo en la llaga, buscando la polémica, sacando de contexto ruedas de prensa, adentrándose en la vida privada de los deportistas, sensacionalismo por doquier a fin de cuentas. En cuanto a la prensa, más de lo mismo, a lo que hay que sumar muchos de sus titulares, medios subjetivos por otra parte, imparciales, difamando contra los deportistas y revelando sus “trapos sucios”: “qué tal se comió una hamburguesa, que el otro se fue de putas…” suma y sigue.

Dentro de poco, los programas del corazón serán deportivos, nos hablaran de la vida de cada deportista, pues es lo que vende, de hecho muchos ya lo hacen.  

lunes, 20 de septiembre de 2010

Sobre eso de ser escritor.


Hace unos días, tuve la suerte de presenciar por la pantalla del televisor una entrevista a una escritura de gran calado y prestigio en España, he de confesar que no he leído nada suyo, por lo cual no puedo opinar de su obra, pero sí de una afirmación que realizó esta autora al entrevistador.

En resumidas cuentas, esta señora tras sentirse una privilegiada por ser parte del gremio y vivir de lo que escribe, nos dibujaba la profesión de escritor como algo que debe de tener una rutina y constancia, algo indiscutible, pues es un oficio, una artesanía más, sólo que en esta ocasión se trabaja con las letras. Mi reflexión llegó en el momento que nuestra autora decía que estaba seis horas todas las mañanas dándole a la tecla sí o sí, y que eso de la inspiración es algo secundario, idealización romántica, que muchos tenemos, y que venir viene, pero no se puede depender de la misma para ser escritor.

Considero la inspiración esencia de lo que se refleja en las hojas de un libro, corazón y piedra angular de cualquier autor, pues sin ella, sin sus susurros al oído, no es posible crear una obra de gran envergadura. Me viene a la memoria la biografía de Julio Verne, el cual acabó exprimido al máximo por su editor, algo que se denota en sus últimas obras, cuya frescura es inexistente, pero no le quedaba otra que realizar una artesanía rápida, de estar más de seis horas escribiendo, secando su cerebro.

En la actualidad, pasa algo parecido con muchos escritores, atados por el mundo editorial, a fin de cuentas es quien marca los márgenes, esa línea que no debería de existir. Para vivir de ello no queda otra que acatar las normas, dejando la inspiración en segunda instancia, priorizando la demanda del público. Por ello, las palabras de nuestra prestigiosa escritora, no nos muestran otra cosa que la realidad del oficio en los tiempos que corren.

Allá, a lo lejos, quedaron las voces de los que escribían a golpes de inspiración, cuyo prestigio se alcanzó con su muerte, mientras que en vida mendigaban monedas con las palabras, para dar paso al grito ensordecedor del artesano, presente en escaparates y revistas cuya posición social es holgada y en algunos casos estratosférica.

Si algún día decido ser escritor, recuérdenme que beba de la inspiración primero y de la constancia después, pues si el orden se altera, habré caído en la fatalidad, traicionando así, el ideal romántico que envuelve mi alma.